Cuando se habla del efecto económico de la guerra (más allá del desastre humanitario que supone), además de para Ucrania y Rusia, generalmente volvemos la vista hacia Europa como el actor que de manera más directa nota los efectos de la guerra. Aun siendo esto verdad, otros mercados como el asiático están notando de manera notable el efecto del conflicto.
La explicación básica, la universal, es que los mercados cada vez están más interconectados entre sí: hoy en día la globalización de la economía es tal que un conflicto geopolítico como el actual, es capaz de repercutir en cualquier mercado del mundo y hacerlo de manera dura. Este es un fenómeno que no conocíamos ya que, todos los grandes conflictos anteriores o bien no se realizaban en entornos estratégicamente dotados como puede ser Rusia y Ucrania en cuanto a materias primas, o, se produjeron en momentos en los que la interconexión entre los mercados no resultaba tan evidente.
Si Europa sufre los mercados mundiales sufren
Pero, más allá de la lectura global de lo que ocurre en un mundo interconectado, también en lo económico, lo que ha demostrado la guerra entre Ucrania y Rusia es la capacidad de tracción de la economía europea respecto a los mercados globales.
El hecho de que la economía de los países europeos se encuentre en una situación delicada, muy dependiente de las materias primas rusas y ucranianas, y con los mercados en plenas contradicciones, se ha visto totalmente reflejado no sólo en los aliados tradicionales como puede ser Estados Unidos, sino también en los mercados globales, y concretamente en Asia. La influencia de la situación actual en los mercados asiáticos, sobre todo en mercados como Japón, Corea y Taiwán, y en menor medida China, es palpable y evidente.
La relación viene en primer lugar de manera directa a través de los acuerdos comerciales, fundamentalmente con Rusia, que se están viendo interrumpidos o modificados. Pero, más allá de esto, la influencia viene por la propia situación económica europea. Pensemos que los precios disparados en combustibles, electricidad, y materias primas agrícolas, están generando una elevación de precios muy notable que, a corto y medio plazo, va a repercutir sin ninguna duda tanto en las exportaciones como en las importaciones.
Europa, tradicionalmente importadora, va a tener que revisar sus políticas de importación, en un contexto en el que, además, también será necesario articular políticas de estímulo para pelear contra la subida de precios: la inflación está disparada y, a decir de algunos analistas, en fase de entrar en zona de descontrol, lo que va a obligar a realizar, sin duda, una serie de acciones destinadas a paliar dicho efecto. Estas acciones, habitualmente también, van a representar un aspecto negativo relacionado a la importación.
Los mercados preveen esto, y en esta previsión es en la que las tendencias se mueven de manera cauta, cuando no, directamente, con miedo y recesión.